Los inversionistas racionales siempre tratarán de minimizar su riesgo y maximizar sus ganancias, por ello trabajaremos siempre sobre una cartera de inversión optima.
La diversificación consiste en “no poner todos los huevos en la misma cesta”. Es decir, repartir el capital para poder reducir el riesgo y obtener una rentabilidad intermedia entre las rentabilidades de los distintos activos. Al repartir la riqueza entre los distintos activos, estamos formando una cartera. Sin embargo, ¿Cómo sabremos que cartera escoger?
La diversificación es siempre deseable porque reduce la volatilidad.
Numerosos estudios concluyen que el 80% de los resultados obtenidos por una cartera proviene del Asset Allocation (localización de activos). No es otra cosa más que distribuir sus inversiones entre las diferentes clases de activos existentes. El objetivo es equilibrar de la mejor manera posible el riesgo y el retorno de una cartera.
Lo primero que tenemos que pensar es en la cantidad de carteras entre las que podremos escoger. Es decir, si tenemos que elegir entre dos activos, podremos elegir tres posibilidades: el activo 1, el activo 2 o una combinación entre ambos. A mayor número de activos entre los que escoger, tendremos más posibilidades. No solo la combinación de activos nos da el número de carteras entre las que podremos escoger sino que el peso o la ponderación de cada uno de los activos, hace que se formen distintas carteras. Es decir, entre dos activos, no es lo mismo una cartera que tenga un 50% del capital invertido en cada activo a que el activo 1 tenga un 25% y el 2 un 75%. Cada cartera o combinación de activos, tendrá unos valores de rentabilidad y riesgo determinados.
Modelos de mercado Sharpe. La rentabilidad y el riesgo, están influidos por múltiples factores. Sin embargo, los inversores quieren prever el comportamiento de estas variables en el futuro para poder planificar sus inversiones.
La volatilidad mide el riesgo total del activo pero si consideramos una cartera, no podemos calcular el riesgo como la suma de los riesgos de los valores que componen la cartera. Deberemos calcular la varianza de la cartera teniendo en cuenta la correlación de los activos. Esto es, debemos considerar el efecto del mercado sobre cada acción y tener en cuenta que ese riesgo es común por mucho que diversifiquemos. El riesgo de la cartera estará determinado por el riesgo del conjunto de los activos. Cuando diversificamos una cartera, reducimos el riesgo de la cartera, pero sólo podremos reducir el riesgo asociado a cada valor, no el del mercado. Por este motivo, distinguimos entre riesgo sistemático o de mercado (aquel riesgo que no es diversificable; inflación, guerras, etc) y riesgo no sistemático o específico (aquel que podremos reducir repartiendo la inversión en distintos valores; huelgas, regulaciones legales, etc).
Una diversificación de entre 8-15 activos, prácticamente anula el riesgo no sistemático.
Beta de una cartera. El riesgo sistemático es la influencia del mercado sobre los distintos valores que lo componen. Sin embargo, no todos los valores se ven afectados por igual ante los movimientos del mercado. El coeficiente beta refleja cómo variará la rentabilidad de un activo financiero si lo comparamos con la evolución del mercado. El coeficiente beta es el coeficiente que mide si un valor (o una cartera) se mueve de forma proporcional al mercado.
Acciones agresivas: Las que tienen una beta superior a uno (su precio tenderá a subir más que la media en las épocas alcistas, y también bajará más que la media en las épocas bajistas).
Acciones defensivas: Son las que tienen una beta inferior a uno y tienden a variar menos que la media del mercado.
Debemos tener presentes las posibles rentabilidades esperadas que nos proporcionan los activos en los que vamos a invertir. A la hora de realizar la cartera táctica, tendremos en cuenta la situación de los mercados de manera que sobreponderaremos aquellos mercados que nos puedan proporcionar unos retornos mayores.
A modo de ejemplo muy simple, si las rentabilidades de los activos financieros son las siguientes:
- Depósitos a plazo (sin riesgo): 3%.
- Renta fija: 5% (en función del nivel correspondiente de los tipos a largo plazo).
- Renta variable: 11% (rentabilidad media de los mercados en plazos largos).
Si nuestro objetivo es obtener un 8% de rentabilidad podemos formar varias carteras que nos reportan la rentabilidad pretendida.
Ahora debemos analizar el riesgo que estamos dispuestos a asumir para determinar mejor la cartera estratégica. Nos moveremos alrededor de la cartera estratégica, sobreponderando o infraponderando aquellos activos con mejores expectativas de rentabilidad. La cartera táctica entrará con más detalle en los activos en los que invertir (renta fija: bonos convertibles, bonos del estado, renta fija privada, high yield,… o en renta variable: EEUU, Europa, Japón, de pequeña capitalización, empresas de valor, empresas de crecimiento, etc.).
Para una gestión de carteras altamente eficiente, es necesario llevar a cabo una revisión constante de la composición de la cartera para poder aprovechar la evolución de los mercados (market timing) y seleccionar los activos con mejores perspectivas de rendimiento en términos relativos (stock picking). Se ha demostrado que un elevado porcentaje de acierto en las inversiones a medio y largo plazo, dependen directamente de la correcta distribución de activos.
Confía en INVESTION, podemos ayudarte y acompañarte en el camino.
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